Gatos, gatos y
gatos y más gatos
me cercaron la
alcoba en que dormía.
Pero gato que
entraba no salía,
muerto en las
trampas de mis diez zapatos.
que en toda
Roma ningún gato había,
más la rata
implantó su monarquía,
sometiendo al
ratón a sus mandatos.
Y así hallé tal
castigo que no duermo,
helado,
inmóvil, solo, mudo, enfermo,
viendo
agujerearse los rincones.
Condenado a
vivir viviendo a gatas,
en la noche
comido por las ratas
y en el
amanecer por los ratones.
R. Alberti
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