Yo tenía diez perritos,
uno no come ni bebe:
no me quedan más que nueve.
De los nueve que me quedan,
uno se comió un bizcocho:
no me quedan más que ocho.
De los ocho que me quedan,
uno se comió un mollete:
no me quedan más que siete.
De los siete que me quedan,
uno se lo llevó el rey:
no me quedan más que seis.
De los seis que me quedaban,
uno se mató de un brinco:
no me quedan más que cinco.
De los cinco que me quedan,
uno se mató de un salto:
no me quedan más que cuatro.
De los cuatro que me quedan,
uno se tragó un “bisté”:
no me quedan más que tres.
De los tres que me quedaban,
uno se murió del sol:
no me quedan más que dos.
De los dos que me quedaban,
uno se murió de un susto:
no me queda más que uno.
A ese perro que me queda,
me lo ha matado un becerro:
no me queda ningún perro.
(Popular, tiene muchísimas variantes.)