miércoles, 31 de mayo de 2017

COSANTE 

Con la lengua cortada
y los ojos abiertos
el ruiseñor en la muralla

Ojos de pena acumulada
y plumaje de sangre
el ruiseñor en la muralla

Plumas de sangre y breve llamarada
agua recién nacida en la garganta
el ruiseñor en la muralla

Agua que corre enamorada
agua con alas
el ruiseñor en la muralla

Entre las piedras negras la voz blanca
del agua enamorada
el ruiseñor en la muralla

Con la lengua cortada canta
sangre sobre la piedra
el ruiseñor en la muralla.

Octavio Paz

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En este cosante o Cosaute, Octavio Paz hace rimar los versos de algunos pareados y en otros pareados, no.
Lo que sí hace curiosamente es aplicar un recurso estilístico, llamado “leixaprén o anadíplosis”, consiste en empezar un verso con una palabra del anterior:
Del primer pareado recoge la palabra “ojos”, para empezar el segundo pareado.
Del segundo recoge la palabra “plumas o plumaje”, para empezar el tercero.

Del tercero recoge la palabra “agua” para empezar el cuarto. Y así sucesivamente.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Nana de la tortuga

Verde, lenta, la tortuga.
¡Ya se comió el perejil,
la hojita de la lechuga!
¡Al agua, que el baño está
rebosando!
¡Al agua, pato!
¡Y sí que me gusta a mí
y al niño ver la tortuga 
tontita y sola nadando!


Rafael Alberti

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martes, 16 de mayo de 2017


 El moro de Quiroga

Quiroga tenía un moro,
animal de linda estampa,
fortachón, de pecho abierto
y de sangre vivaracha.

Era de buenos ollares
y altazo de riñonada.
De justa luz bajo el cuerpo
y de vista como brasa.

Siete cuartas generosas
levantaría de alzada.
(Pongamos tres dedos más,
proporción de buena casta).

Coscojero y braceador
y de ley acreditada,
a cien leguas de La Rioja
no admitía comparancia.

Puro músculo la cruz
y medio fino de cañas,
de tan blandito de boca
la intención adivinaba.

Tenía los morros negros
como de noche cerrada.
Las ranillas y los vasos,
ya de negros relumbraban.

La cara era pura sombra,
y una negrura tamaña
como hasta el segundo nudo
de los remos le alcanzaba.

¡Y qué decir de la cola,
si ni el cuervo tendrá el ala
con ese fulgor retinto
de moro de tanta estampa!

En un manto gris parejo
el pelaje le brillaba,
más al filo del verano,
cuando iba entrando en mudanza.

De puro voraceador,
el general lo aperaba
un poco al uso llanista
y otro al que se le antojaba.

Un par de estribos chilenos
iba luciendo con ganas.
Eran de los de baúl,
con labraduras bizarras.

Más fiestero que un domingo,
empezando por las matras,
un recado de mi flor
calidad le acreditaba.

El sobrepuesto, del lujo
ya era cosa temeraria.
Le reventaban claveles
en las esquinas bordadas.

Flete con un Potosí
en riendas y cabezadas,
se mostraba regalón
de ir refucilando plata,

pues era plata el fiador,
con más antojos que dama,
y plata los pasadores
y las virolas de plata.

Quiroga llevó la muerte
en la punta de su lanza.
Tanto cantaba una flor
como lucía una daga.

Cóndores y bolivianos
a una sota le apostaba
como se largaba al monte,
metiendo miedo a las ánimas.

Fue varón de tres pasiones:
puñal, amor y baraja.
Como otras tantas culebras,
le devoraban el alma.

Por ser de quien era, el flete
se merecía por marca
una "M" como de muerte
con una flor enlazada.

Era pingo de respeto,
de condición ponderada.
Onzas y soles orondos
se confiaban a sus patas.

Amagándole la espuela,
ya se moría de ganas
y en un galope limpito,
las leguas se trajinaba.

Apenas desensillado
-puro relincho y pujanza
en unas carreras locas,
las crines le tremolaban.

Hacía sonar las coscojas
con una inquietud tamaña.
A cruzados y trabados
les corría con ventaja.

Animalito aparente,
era de virtudes raras
y medio facultativo
en cuestión de adivinanzas.

Unos lo tenían por brujo
y otros por pingo de cábala,
desde que en toda ocasión
Quiroga lo consultaba.

No hubo caso ni suceso
que el moro no adivinara:
lo mismo anunciaba triunfos
que otra suerte de las armas.

Nadie lo enfrenó después
del revés de La Tablada,
y ni al mismo general
dejó que se le sentara.

(Quiroga no lo montó
en esa ocasión contraria,
y el moro era de opinión
de no presentar batalla).

De halago, se lo prestó
a ese otro varón de entraña,
López -don Estanislao que
Santa Fe gobernaba.

Tanto se le aficionó
que dio en ponerle su marca,
haciéndolo de su silla
para ocasiones de gala.

Vaya a saber en qué montes
entregó -si tuvo- el alma,
como que siendo tan brujo,
no sería cosa extraña.

Se habrá echado a bien morir
en unas blanduras pampas,
él, que tenía el cuero duro,
hecho a jarillas y zarzas.

Le obedecería aún
la cabeza levantada.
Los ojos, como parados
de mirar a la distancia.

Se le habrá representado
un entrevero de lanzas,
un paisano barba crespa,
algunas tierras sin agua...

¡Quién sabe si se repite
moro de tanta ventaja!
No se le supo la cría,
pero con lo dicho basta!


León Benarós

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martes, 9 de mayo de 2017

En las mañanicas

En las mañanicas
del mes de mayo
cantan los ruiseñores
se alegra el campo.

En las mañanicas,
como son frescas,
cubren los ruiseñores
las alamedas.

Ríense las fuentes
tirando perlas
a las florecillas
que están más cerca.

Vístense las plantas
de varias sedas,
que sacar colores
poco les cuesta.

Los campos alegran
tapetes varios;
cantan los ruiseñores,
se alegra el campo.

Lope de Vega


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miércoles, 3 de mayo de 2017

Las mil mentiras

Ahora que vamos despacio
vamos a contar mentiras:
por el mar corren las liebres,
por el monte las sardinas.

Yo salí del campamento
con hambre de seis semanas:
me encontré con un ciruelo
cargadito de manzanas.

Empecé a tirarle piedras
y caían avellanas.
Con el ruido de las nueces
salió el amo del peral.

-Niños, no tiréis más piedras,
que no es mío el melonar,
que es de una pobre señora

que me lo mandó cuidar.

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